
La sensación de plenitud de esos seres hizo que se olvidaran de adorar a Zeus. El dios se enojó porque dejaron de rendirle tributo. De modo tal que, para castigarlos, envió un rayo que los partió en dos mitades: la parte hombre por un lado, la parte mujer por el otro. ocurrió lo mismo con los seres "hombre-hombre" y con los "mujer-mujer". La angustia fue tan atroz que dejaron de alimentarse y comenzaron a morir. Zeus comprendió que la tristeza del amor perdido no estimulaba el culto a la divinidad. Entonces, llamó a Apolo (el dios de la razón) y le ordenó que diera vuelta los rostros y el sexo de los divididos para que en su búsqueda de la unidad perdida, pudieran encontrarse y copular. La relación sexual, de este modo, remeda -palidamente- la unión total.
Tan pronto como los andróginos tuvieron la oportunidad de copular, comenzaron la búsqueda esperanzada de su mitad perdida. El problema es que resulta muy difícil encontrarse con la verdadera mitad. Es por eso que tantas parejas dejan de amarse. Y es por eso, también, que tan pocas veces se realiza el milagro de que las dos mitades originarias se vuelvan a encontrar.
Fragmento de "Amor e incertidumbres", escrito de Esther Díaz. Extraído de: Droeven, J. (comp). “Más allá de pactos y traiciones. Construyendo el diálogo terapéutico”.
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